Día 4 de septiembre de 2019
Me metí en la cama, apagué la luz, puse la cabeza en la almohada. Sonaron unos golpes en la puerta, abrí... era Matthias vestido de calle que venía a buscarme....¡me había dormido! Más tarde analicé la situación y concluí que había apagado el teléfono durante el concierto del día anterior y había olvidado volver a ponerlo, por lo tanto la alarma no había sonado. Empezaba bien la jornada de viaje...
Intenté prepararme rápido pero no sé si fui capaz porque por las mañanas funciono a medio gas y no controlo la velocidad del tiempo. Salimos a tope con el coche, finalmente a las seis menos cinco de la mañana (con un retraso de diez minutos que podría ser fatal para llegar al tren), ciento veinte por esas carreteras poco anchas adelantando austriacos que conducen como viejos borrachos (despacito y por el medio de la carretera). Llegamos a la estación de tren con dos minutos de adelanto sobre el tren. ¡Uf!, primer "match point" salvado.
Llego al avión de Ryanair, siempre es una incertidumbre montar con esta gente. Tenía dos billetes de avión, uno para mí y otro para la guitarra, pero los dos separados por seis o siete filas. Me preguntaron si tenía el segundo billete, dije que sí pero que cómo hacía, si dejaba la guitarra sola con otro pasajero o me la podía poner a mi lado. Me dijeron que la pusiera en el compartimento superior, y para esos cojones me hacen comprar otro billete, para poner la guitarra en el compartimento, donde cabe perfectamente como cualquier equipaje, en fin....
Duermo en el avión como un experto y me despierto sobrevolando unas montañas (los Alpes, supongo). Llego al aeropuerto de Bérgamo y me voy a la ciudad porque me quedan muchas horas hasta el enlace para Madrid, que además es en el otro aeropuerto de Milán (Malpensa).
Bérgamo es una ciudad maravillosa desde el primer rincón hasta el último. Monumental, verde, turística sin masificación, tranquila y equilibrada. Una tienda en la que venden sotanas y otro tipo de "pret a porter" para eclesiásticos me hace darme cuenta de que ya me he alejado del ambiente religioso en el que he estado y la verdad es que siento cierto alivio porque a pesar de lo bien que me han tratado no suelo estar muy cómodo en tales ambientes. No obstante siempre pensé que la vida monástica, centrado en el estudio de algo de mi interés y en la meditación, alejado del gilipollas mundo exterior, no estaba exenta de atractivo. Pensé hasta en quedarme con estos frailes músicos, jóvenes que tienen internet, se bañan en el lago por las noches y tienen cerca un convento de monjas... (que conste que no insinúo nada, no tengo pruebas). Lo único que lo de la fe no me da.
En Bérgamo comí muy bien en la "Trattoria Caprese" y tomé un tren hacia la estación central de Milán (compré primera clase como un marqués pero no encontré diferencia entre la primera y la segunda). Llegué con tiempo a la central pero me asusté porque no estaba anunciada la vía de mi tren, tuve que recorrer la estación para ver que los trenes para Malpensa salen en la parte derecha, en unas vías que están un poco por detrás de las otras.
Iberia: se puede llevar guitarra como equipaje de mano y pagar por una maleta pequeña. En el viaje vi una película: "La Muerte de Stalin", no se la pierdan.
Un adelanto de cinco minutos me permitía llegar al autobús camino de Valladolid anterior al que ponía en mi billete, negocié con el chófer y me dejó subir. Un coche, un tren, un avión, autobús, otro tren, otro más, más avión, otro bus y un taxi después llegué a mi casa. Era la una, llevaba viajando diecinueve horas.
La experiencia general de esta aventura desde un punto de vista humano y musical ha merecido la pena. Veremos qué retos vendrán ahora.
Mañana... a las nueve de la mañana tendré que estar reunido en el claustro del conservatorio de Zamora, mañana más viajes.
Día 3 de septiembre de 2019
Debíamos volver a Nova Ves, donde tocamos el primer día (a las afueras de Viena) para reunirnos con en cura, que no pudo asistir al concierto que dimos allí pero quería invitarnos a un café y hablar un rato con nosotros. Veníamos de desayunar y nos puso el segundo desayuno. El cura en cuestión es un croata de un metro noventa y seis, joven, barbudo y con el pelo rizado y desmelenado que le da un aire de víctima de trastorno mental, sin embargo es un tipo muy simpático en inglés y lo parece también en alemán. Se encarga de organizar viajes por el Camino de Santiago y, como nosotros hacemos conciertos por el Camino, quería conocernos. Nos recebó con el segundo desayuno y aguardaba la sorpresa de haber comprado la ínfima cantidad de diez kilos de cerdo asado para invitarnos a comer. Teniendo en cuenta que se tenía que marchar a las doce y eran las once y media cuando nos lo comunicó tocaba juntar la comida con el desayuno, pero nosotros teníamos el compromiso de comer en el monasterio para despedirnos de los monjes, que se iban de viaje. Ellos se iban y nosotros nos quedábamos, como si los echáramos de su casa... Finalmente nos llevamos el cochino para el monasterio. Pero además el cura croata nos regaló dos trozos de lomo embuchado, vino, y varios orujos... generoso sin duda.
La comida fue jocosa y agradable con los monjes, que cada vez me caen mejor. Nos despedimos y fuimos a Viena de turistas (muy bonita) y después para el concierto en Hainburg, en el llamado"órgano de Haydn".
Hainburg es un pueblo grande con una iglesia muy bonita. Joseph Haydn fue niño cantor en la misma y el organista creo que era su tío (también Haydn).
El cura de Hainburg era mayor y cojeaba bastante por lo que llevaba siempre un bastón. Tenía una voz poderosa y a simple vista se veía antipático pero luego resultaba ser un tío majísimo. Después del concierto nos invitó a un helado, él se metió un copazo tremendo (de helado, eh...), con cinco galletitas puestas en fila encima de varias bolas. Por la familiaridad con la que le trataban las heladeras se colige que es un asiduo del local. Nos contó que canta y que Karajan, el director, le invitó a cantar con su orquesta (la Filarmónica de Berlín supongo) y que le dijo que no: - a mí déjame de esas mierdas que yo estoy muy bien en mi iglesia- le diría más o menos.
En ese mismo local probé el "topfenstrudel". Se trata de una masa parecida al pan pero correosa y fina rellena de una sustancia a medio camino entre la crema y el queso. Se sirve caliente y está realmente bueno. Me lo metí dentro en dos minutos...
Y tiramos para el cenobio. Como volvía a casa al día siguiente nos reunimos todos en mi habitación para hacer unas cuentas, parecíamos los cuarenta de Alí Babá. Nos despedimos y me puse a hacer la maleta. El día siguiente iba a ser difícil y largo. Puse el despertador a las cinco y veinte, repasé varias veces las operaciones mañaneras para hacerlas más deprisa al levantarme y llegar a tiempo al tren. Una vez hecho esto ya podía relajarme y dormir tranquilo. Y lo hice.
Mañana más... o no.
Día 2 de septiembre de 2019
La cosa prometía desde el principio. Durante el desayuno nos teníamos que reunir con Fray Nicodemo para planificar lo que llamamos "concierto expresionista". La cosa era que el fraile iba a recitar unos poemas bastante oscuros que debíamos amenizar con música moderna/contemporánea o por lo menos extraña. No sabía qué iba a hacer con la guitarra barroca pero tenía grandes expectativas. Fray Nicodemo leyó el poema (en alemán) que yo debía de acompañar, no entendí nada pero nuestro traductor alemán (Matthias) tampoco captó mucho...
La performance transcurriría en otra iglesia de Marchegg, que nunca se usa y que ellos llaman "la sala de espera de la estación de tren" y que nosotros hemos bautizado como "la iglesia comunista" por la austeridad de su construcción. Hay que decir que tiene un Cristo crucificado de acojonante factura.
Allí en la iglesia soviética tuvimos que reparar el armonio. Es increíble la de piturritos que lleva dentro y lo fino de sufactura. Estuvimos una hora colocando una lengueta porque una desviación milimétrica de la misma puede producir varios tonos de diferencia en una tecla. La próxima vez que, al transportar un armonio, me cague en él y en quien lo hizo lo haré con el máximo respeto (posiblemente hoy mismo).
Luego conocimos las tiendas de ropa polaca del centro comercial de Bratislava...
Concierto/performance expresionista: con la colaboración de Ratislav el maestro de la fujara que algunos conocimos el primer día.
El concierto fue de los más extraño, todo muy serio y con monje recitando versos en alemán (estas experiencias no las viviría jamás si no fuera artista). Llegó mi momento, hice una introducción atonal y disonante, enlazamos con "Dónde son esas serranas" de Diego Pisador y volví al atonalismo mientras Nicodemo recitaba, luego pasé al tonalismo para no machacar al personal, luego vi que la cosa duraba mucho y ya no sabía si tenía que seguir tocando o parar pero "sempre avantti" alternando tonal, atonal con mal tocado pero expresionista. Todo se me iba a pensar si lo que estaba tocando tendría algo que ver con el texto, intentaba captar el espíritu y el ritmo del rapsoda, que tampoco era especialmente expresivo, y aproximadamente diez minutos (tres folios de poesía) después la cosa terminó... yo con mis dudas sobre el resultado.
¡Otro éxito!, me dieron la enhorabuena el público, mis compañeros y hasta Nicodemo, que estaba feliz porque supe seguir el ritmo de su recitado perfectamente (si es que no hay nada como escuchar y seguir al corazón...).
De nuevo volvimos a conmovernos con Ratislav, su fujara y la voz popular de su canto.
Por la noche en el convento casi juerga. Nicodemo, que es el fraile más intelectual del monasterio, resultó también ser bastante bruto cuando hace falta, ahí dando golpes en la mesa como un tabernario y partiéndose el culo de todo. Corrió el orujo de calidad y nos pidieron canciones de nuestra tierra, soltamos un "Clavelitos" a tres voces inconmensurable. El fraile que habra itañol, Fray Clemens María, daba réplicas bastante gansas desde el pasillo con su voz de barítono.
Reparé en el que los monjes cenan de manera frugal dos o tres veces seguidas.
Termino este diario medio borracho con esa felicidad tonta que da el puntillo.
Mañana más... o no.
1 de septiembre de 2019
Hoy había un pifostio tremendo montado. Seguían las celebraciones del 25 aniversario y venía un cardenal a oficiar la misa. Coro lituano, coro local, banda, coro de hombres y banda vestida al estilo tradicional (rollo Heidi o "Sonrisas y Lágrimas" para que me entendáis), más mis propios compañeros, que estuvieron colaborando, yo me libré. Aproveché la mañana para aprovechar.
Tras la misa vivimos la estampa típica que todo turista quiere encontrarse. Se trata en este caso de una comida típica austriaca con típicos austriacos. En un pequeña pradera frente al monasterio y en mitad del pueblo habían montado unas mesas como para una boda, y un buffet. Es de destacar que aquí para casi todo ponen un urna para echar y dinero y la mayoría de la gente no echa...
La comida amenizada por la banda de metales que siempre toca a dos por cuatro y a quien nadie hacía caso hasta que se nos ocurrió aplaudir a Pedro y a mí, y parece que hasta fray speaker se dio cuenta y pidió el aplauso a todos.
Salimos, después de la siesta, a las dos y media (habéis leído bien, horario europeo, se vayan ustedes preparando...). Destacar que no encuentro mis partituras, creo que están encerradas en al coro de la iglesia. Gracias a internet y a bastante jeta improvisatoria no las necesité, que para algo tiene que valer la experiencia que uno va a acumulando junto con las grasa de los michelines..., y pude hacer los dos conciertos. Dos, sí señores dos. Uno a media hora de camino del otro y parecía que estábamos en dos países distintos (bueno, realmente no sería tan extraño porque estamos en la frontera, pero no).
El primero en Altenburg (sin m antes de b) en una bonita iglesia a la orilla del Danubio donde hacía un calor y una humedad extremos (ya me gustaría a mí ver aquí a Calleja actuando...). Dentro de que la actuación salió exitosa y el cura (Rumano) flipó con la guitarra barroca, he de decir que tenía el cerebro embotado y los dedos torparrones.
Terminado allí tiramos para Baumgarten (a mí que todos los nombres de aquí me suenan a marca de cerveza...) sólo a media hora de camino y parecía otro mundo: de iglesia antigua y oscura a otra más moderna y clara, de órgano antiguo a órgano moderno, de cura gordo y simpático a señoras atractivas y encantadoras. También calor pero menos y menos humedad también.
Dentro de que la actuación salió exitosa y el público flipó con la guitarra barroca he de decir que tenía el cerebro embotado y los dedos torparrones.
Nos habían prometido pan y vino después del concierto y cumplieron con creces. Pan y vino más cerveza y agua. Nunca me habían invitado a una merienda de pan pero debo reconocer que no me hizo falta más, debe ser por la variedad de panes o porque me estoy adaptando a la austera vida monacal (cuando vuelva me lo haré mirar).
Hablé con los austriacos, en inglés aproximadamente. Primero de lo sorprendente que es la guitarra barroca, ese instrumento tan pequeño pero que suena tan potente, luego que si en esta zona nieva poco pero en el Tirol más. Está visto que los temas de conversación son los mismos en todos los sitios, un poco más de dominio del idioma y de confianza y habríamos hablado de follar.
Como a las nueve y media tocaba dormir me di un paseo por las calles desiertas de Marchegg, impresionante para una noche de verano calurosa.
Mañana más... o no.
31 de agosto de 2019
Me levanto descansado, al fin he recuperado horas de sueño.
Antes del desayuno vi a los monjes rezando a la antigua usanza, haciendo canto llano, ¡eso sí es rezar...! seguro que la única manera de que Dios (muy ocupado en lo suyo) te preste algo de atención.
La mañana ha sido tranquila, había que transportar un piano de media cola desde la iglesia del monasterio hasta una habitación en un semisótano, Matthias me mandó a esconderme a mi habitción para evitarme el trabajo, yo obedecí contagiado por la disciplina monacal y eso que me quité de encima.
El tener a nuestro jefe ocupado entre mover pianos y afinarlos nos dio la posibilidad de descanasar y pasear libremente por el pueblo. Una vez liberado de sus ocupaciones Matthias y yo fuimos a ver uno de los lugares en los que íbamos a tocar al día siguiente, porque mañana tenemos dos conciertos, como los titiriteros de antaño.
El paseo en furgoneta fue muy agradable por lo bonito del paisaje. Esta zona es llana y verde, con cultivos de maíz y algo de girasol, me recuerda bastante a la zona Norte de la Tierra de Campos (León, Palencia) pero algo más verde.
Durante este fin de semana se celebra el 25º aniversario de la fundación del monasterio y estamos de celebraciones. Estaba yo ocupado en mi siesta cuando oí tocar a una banda de viento, charanguera pero no demasiado, ma asomé a la ventana y los vi. Muy gracioso, iban tocando en un remolque arrastrado por un tractor, con sus marchas binarias típicas de esta zona y haciendo una cola de coches a los que seguro no les daban muchas ganas de bailar.
Por la tarde nos acercamoms a nadar a un lago, hasta Juan de Dios colgó el hábito para apuntarse al baño. El lago estaba muy bien, no excesivamente grande, con varias playas pequeñitas y muy porfundo, a los tres pasos te estabas hundieno. Allí los austriacos y eslovacos que se acercan dejan a los niños a sus anchas de la manera más inconsciente dentro del agua. Será que los niños centro europeos flotan más que los del Sur...
El concierto fue en la igleia de Marchegg, la del pueblo, que es más grande que la del monasterio, por cierto, esta última muy bonita, de madera. En el mismo pueblo hay también un convento de monjas, de otra orden gris y a las que les queda muy bien el hábito, que tienen otra iglesia de madera, pequeña, parece una sauna.
El concierto lleno hasta la bola. Además de nosotros había un coro lituano de lituania con jóvenes lituanos/as rubios/as como lituanos, que llegó diez minutos antes del concierto. Cantaban muy bien, voces preciosas, técnica impecable pero la música un tostón contemporáneo, facil de cantar difícil de escuchar.
Después cenábamos todos juntos, estuvimos hablando, cantaron algunos temas tradicionales de su país en los que intenté sumarme pero el lituano no se entiende ni leyéndolo, ni una palabra.
Me acosté tarde, mañana volveré a tener sueño.
Mañana más... o no.
30/8/2019
Seguramente después de muerto seré más consciente de lo que lo he sido esta noche. No he oído ni las campanas de las seis de la mañana, ni a los obreros trabajando, ni nada de nada.
Los monjes, que me he enterado de que son de la orden de San Juan apóstol (¿?) son muy simpáticos. En el refectorio, al ahora de desayunar, un monje holandés que quiere hablar español pero le sale italiano me dio todas las instrucciones, me sirvió el café y lo demás. Estaba en nuestra mesa Juan de Dios, otro monje (que no podía tener nombre más apropiado) de Alicante que ahora vive en Francia pero estuvo cuatro años aquí en Marchegg y más en otros países. Es un tipo curioso y alegre, a veces no se acuerda del castellano y lo habla con ligero acento mejicano (consecuencia de los años que vivió allá). Viste con hábito y una gorra que a menudo lleva de medio lado, al modo rapero. Me recuerda a alguien pero ahora no caigo.
El concierto era en Devisnka Nová Ves (Eslovaquia) a las afueras de Bratislava, se puede ir andando desde Marchegg por un puente peatonal pero como tenemos que llevar un armonio a cuestas dimos un rodeo de 45 km.
La sala de conciertos era muy singular, típica de los años comunistas, con sillas para la gente y un corredor arriba a modo de gallinero. Durante el concierto uno se sentía protagonista de una película de esas de espías de la guerra fría. En la fachada de la sala había un cartel hecho a mano: "Matthias Müller a jeho hostia", en cuyo texto nosotros somos hostia. Y de veras que lo somos porque constituimos un grupo heterogéneo de cuidado: un padre de familia convencional, una mujer de pelo rojo, una señora rubia altísima al modo de los guiris de Mallorca, un señor con camisa de gay y un alemán con camiseta de maricón transparentándosele los calzoncillos a través, a la altura de la cintura.
Hay que destacar que Bratislava es una ciudad muy bonita, que hace un calor del demonio y que me hice amigo de una cotorra (pájaro) o loro, gris como nuestros monjes.
En la sala de conciertos nos trataron como a los Rolling, comida y bebida a tutiplén. El director de la misma nos dejó maravillados con la interpretación de la "fugara": flauta tradicional de madera de distintos tamaños y alturas con profusión de armónicos. Lo mejor del día fue la interpretación magistral y sentida de nuestro anfitrión, que tocó y cantó con emocionante resultado.
Por la noche me di cuenta, Juan de Dios, el monje, se parece a Raphael.
Mañana más, o no...
29 de agosto de 2019
El avión es un medio de transporte para catetos pueblerinos. Vamos todos "con flores a porfía" desde provincias al aeropuerto de la capital muy orgullosos y ufanos. Dejamos que nos traten como a ganado, que nos hagan medio desnudarnos, enseñamos nuestros productos cosméticos (crema de las almorranas incluida) sin derecho a alegar algo de pudor declinando nuestro derecho a la intimidad. Sin ir más lejos hoy me ha tocado enseñar la cinturilla para que me pasaran un papelito, a saber para qué... (¿detectar drogas?, ¿explosivos?, ¿estreñimiento?). Hacemos cola para que nos estafen en la cafetería, luego, ya en el aeroplano, nos adocenamos en cubículos de talla infantil para que sigan ordeñando la vaca, pues los aviones se han convertido en mercadillos aéreos.
Para llegar a mi destino he tenido que salir a las cuatro de la mañana: autobús, cola de las humillaciones en el aeropuerto, avión, un tren, otro tren, y al fin último tramo en furgoneta para llegar a mi destino: Marchegg (Austria).
Total de tiempo invertido trece horas. Si hubiera podido tomar un AVE desde mi ciudad habría tardado tal vez siete u ocho, pero claro, el tren es otra historia, otro nivel. Donde viajan los ricos, puro glamour. A los pobres y pardillos nos toca el avión. El tren de ahora es el avión de antes, y el avión de ahora el antiguo autobús.
Marchegg es un pueblo a medio camino entre Viena y Bratislava (algo más cerca de esta última), en el que vivieron Haydn y Schubert (o Schumann siempre los confundo), no juntos, cada uno en su espacio/tiempo. Estamos alojados en un monasterio, abadía o convento, nunca he sabido distinguirlos si es que se puede, con unos monjes o frailes (ídem lo de antes) de no sé qué orden, ya lo adivinaré, pero de hábito gris. El monasterio es muy bonito y recomendable para alojarse, seguiré con la profusión de datos cuando disponga de ellos...
Una vez en mi celda con wi-fi aproveché media hora para dormir tumbado, porque las cabezadas empotrado en los medios de transporte no son nada reparadoras, y luego al concierto, que era a las afueras de Viena en la iglesia de Fischamend. Justo antes de que empezáramos cayó un tormentón pero no nos hicimos responsables...
Bonita iglesia católica. He observado que en las iglesias europeas, sean de la religión que sean siempre hay comida cerca o dentro. Precisamente ayer, antes del concierto, debido a mi desfase alimenticio y horárico (bonito palabro he inventado), sufrí una pájara que arreglé en la casa del cura alimentándome de unas sobras de no sé qué celebración del día antes. Zumo, jamón, queso y un chorizo croata en forma de trébol (no sé si casual o buscada) que me subió las energías lo justo para poder intervenir en mi parte musical. Sobre los chorizos centro europeos tal vez encontremos espacio para hablar en algún momento.
El concierto muy bonito y el público no muy abundante pero agradecido.
Después fuimos a cenar a una bodega hostelero/vinícola donde probamos todo tipo de mortadelas con guindillas y pepinillos. Debe de ser muy común este tipo de alimentación en Austria pero a mí la combinación me parecieron los restos del domingo después de una juerga en casa. Maridamos con unos extraños vinos de fabricación local que no sabría catalogar de buenos o malos.
Al final me dolía tanto la cabeza que fui a poner orden en los asuntos de mi sueño lo antes posible.
Mañana más, o no...
Hace unos años formulé una interesante teoría científica. Por supuesto que ni se me pasó por la cabeza verificarla y seguramente la solté en algún bar o en el camino entre dos.
La teoría conseguía explicar de manera definitiva el origen de la diferencia entre hombres y mujeres, para ello me basé en la observación del reino animal.
Mujeres y hombres somos especímenes muy diferentes. Lo somos mucho en nuestra manera de sentir y pensar lo que a menudo nos crea problemas de comunicación y entendimiento mutuo que derivan
en todos los conflictos de pareja, no hará falta que los enuncie aquí.
En el aspecto físico hay más que notables diferencias.
Perros y perras, por poner un ejemplo común, son iguales en fenotipo, tienen el mismo aspecto, la misma cantidad de pelo,similar voz y de lejos no ha quien los distinga. Presentan alguna
diferencia en cuanto a tamaño y los órganos sexuales, claro. Ya ni hablamos de los gatos y las gatas, prácticamente indiscernibles incluso a corta distancia.
En cuanto a características externas, humanos y humanas somos seres completamente diferentes: los unos más peludos y musculosos, las otras con voz más aguda, tetas más grandes que ellos etc. Se
nos distingue de lejos, incluso vestidos.
¿De dónde parte tal diversidad? Ahí está la clave de mi teoría. Es muy sencillo (no sé cómo no se le ha ocurrido a nadie antes), somos especies diferentes.
Allá en tiempos primitivos debieron existir dos especies diferentes de “homos” o “androides”, reproductivamente compatibles y con atracción sexual mutua. Algún cataclismo extinguió a todos los
machos de una especie ya todas las hembras de la otra. Los individuos supervivientes se reprodujeron y la descendencia de cada sexo heredó todas las características de su madre o de su
padre según naciera una hembra o un macho. Y ahí radica la diferencia. Podríamos decir que los hombres engendraron hombres a su imagen y semejanza y las mujeres engendraron a otras mujeres.
Esta teoría “empíricochorra” se ve casi corroborada ahora. Parece ser que se ha descubierto que hace nosecuantosmilaños una población llegó a la Península Ibérica y mató a todos los hombres
(los auténticos machos ibéricos) para follarse a todas las hembras. Ahí está corroborado el origen de mi teoría. Luego la abundante emigración ibérica se encargó de colonizar el mundo.
Está claro que a nuestros antepasados (aquellos homicidas) les gustaban más la mozas ibéricas que las suyas, aunque podríamos asegurar sin miedo a equivocarnos que a las propias no las llegaron a
matar, o al menos a todas. Vestigios hay: en nuestra España actual podemos encontrar especímenes tan variados cono Maribel Verdú o María del Monte.
Luego cada uno que elija la especie que prefiera.
Vista de lejos y de día, la Tierra de Campos (zona común entre Valladolid, Zamora, Palencia y León) es un inmenso secarral en el que se reparten pequeños grupos de casas
organizadas “a modo de pueblo” con una o varias iglesias de impresionante factura. Vista de lejos y por la noche, la Tierra de Campos cambia la blancura de la piedra de las iglesias por las luces
de colores de los puticlubs (o puticlubes) que proliferan con abundancia. De modo que, vista de lejos, la Tierra de Campos, no siendo adepto a alguna de las dos parroquias nombradas,
agricultor del cereal u oveja, no presenta el mínimo interés.
Pero al acercarse el universo “tierracampestre” cambia. Las iglesias, arte en sí mismas, contienen tesoros entre los cuales destaca la cantidad y calidad de órganos. No sé nada de órganos y me
puedo equivocar, pero me atrevería a asegurar que nos podemos encontrar en la zona de mayor densidad de órganos barrocos por habitante del mundo (tampoco soy experto en el mundo).
Visto el paisaje y en busca del paisanaje descubriremos el tesoro humano de la zona. Salidos como de debajo de la tierra (a veces literalmente, pues es tierra de bodegas), como traídos por una
nave de marcianos, surgen personalidades de todo tipo de ocupación y nacionalidad: importantes empresarios, artesanos cerveceros, organistas de renombre, organeros entretenidos en la conservación
de lo que hay y la creación de nuevo material, críticos de arte, abogados de futbolistas de primera fila… y lo que vaya surgiendo.
Como nexo entre ambos tesoros (el humano y el organológico) está la figura de Francis Chapelet, quien fuera maestro de órgano en Burdeos y con asiento en Abarca de
Campos. Allí levantó una vivienda y una fundación en la que hay instrumentos e instalaciones de calidad para disfrute de los aficionados a la práctica de tan noble instrumento.
Estudiantes, agricultores, pastores (y toda la gente que mantiene la zona con vida), pueden formarse en la disciplina del órgano. Además se pueden escuchar conciertos como los que está
promoviendo la Asociación Amigos de los Clásicos con la colaboración de la Fundación Chaplelet, en los que pude participar el día 11 de agosto y a los que pienso
volver como público el próximo día 25.
Y después del concierto pincho ¡qué grandes iniciativas!